127 Horas. 5 días y algo más. Ese es el tiempo que pasa el protagonista encallado en una roca.
Una premisa que podría llegar a compararse con "Buried", de Rodrigó Cortés, si no fuera porque aquí, Danny Boyle se permite la licencia de sacar la cámara del lugar de tensión, como recurso para mostrar las necesidades del personaje. Hecho, que unido al trepidante montaje de vídeo y música, ya desde un principio, pone al espectador en tensión desde el minuto cero. Un factor que rebaja esa tensión, es la música escogida en ciertos momentos duros del personaje, que suaviza el padecer que sentiríamos simplemente escuchando la respiración y los quejidos de James Franco. Seguro que muchos espectadores agradecen el uso de la música en estas escenas, pero rompe con la crudeza del momento.
Pero de lo que Boyle nos quiere venir a hablar en esta película, es de la soledad. No simplemente la soledad de verse atrapado en un lugar tan inmenso, que tienes la certeza de morir porque no va a venir nadie, si no la soledad que ha llevado al personaje a esa situación. El protagonista es una persona extrovertida pero solitaria, hecho que hace que nadie sepa nunca donde está, así que lo que Boyle quiere reafirmar es que más vale vivir acompañado, dejar que la gente se preocupe por ti, responder a tu madre cuando te pregunta donde vas, ya que nunca sabes lo que va a pasar, aunque tengas cincuenta años.
Y es aquí donde el director intenta reforzar esta idea con las subtramas, que flojean por su propia necesidad de tener un peso importante, y que muchas veces parecen simples recursos fáciles para dar un respiro a la trama principal.
A Boyle le obsesiona el destino, cómo ya demostró en "Slumdog millionaire" y aquí juega con fuego a la hora de intentar introducir esta subtrama, que podría parecer más descolgada y alineal. Pero sale más que airoso, ya que es uno de los mejores momentos de la película.
Un acierto: El momento escogido para poner el título
Un fallo: Algunas de las alucinaciones del personaje
